Cuéntame Cosicas

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Lo dice la canción y lo cumple la vida… Todo cambia… Nos guste o no, nos duela o no, nos destroce o nos haga renacer. Nada es eterno, nada nos pertenece, nada se queda quieto. Pero ahí vamos, necios, aferrándonos a los recuerdos como si fueran anclas, abrazando el pasado con las uñas hundidas en la piel de lo que ya no es.

Queremos que la vida nos devuelva lo perdido, que el tiempo se detenga, que la muerte negocie, que el amor sea invencible, que nada nos falte nunca, ¡Qué ingenuos somos! La vida no pacta con la terquedad, el universo no negocia con la nostalgia. Lo que se va, se va y el que se queda llorando sobre las ruinas se convierte en ruina también.

Sí, el vacío duele… Duele como si nos arrancaran el alma con las manos, duele despertar y recordar que esa voz ya no nos llama, que ese abrazo ya no existe, que lo que era nuestro ahora es solo polvo en la memoria, nos retorcemos, gritamos, maldecimos al cielo, queriendo torcerle el brazo a la realidad. 

Pero la realidad es implacable y no hay castigo más grande que pelear con lo inevitable. Porque la resistencia no trae de vuelta lo perdido, solo nos destroza más. ¿Cuántas veces más vas a chocar contra la misma pared antes de entender que no se mueve? ¿Cuánto más vas a suplicar por lo que no tiene regreso?.

La única lucha que vale es la que nos lleva a la paz, no la paz conformista del que se rinde, sino la paz del que comprende, la paz del que suelta sin odio, del que ama sin cadenas, del que sigue adelante sin miedo. Porque el amor no desaparece, solo cambia de forma y la vida no nos roba nada, solo nos transforma.

Así que deja de pelear con la tormenta, no naciste para ahogarte, naciste para aprender a nadar. Fluye, coopera, deja que el cambio te atraviese, te queme, te reconstruya, porque la vida no se detiene y tú tampoco deberías hacerlo…

Créditos: Fernando D’Sandi

Rafa Navarro