El cuerpo humano no es una estructura rígida, estática ni fragmentada, ni existe aislado del resto de la naturaleza. Somos un campo dinámico de energía y átomos, en constante intercambio con el entorno, es decir, con el universo. Este flujo continuo de renovación hace que nuestro cuerpo se transforme constantemente. ¿Eres el mismo que eras en tu infancia? ¿En tu adolescencia? ¿O incluso hace un año? De hecho, el 98% de los átomos que componen tus células hoy no estaban allí hace un año.
La ciencia ha demostrado que incluso los huesos, aunque parecen sólidos y son la estructura que nos sostiene, se regeneran completamente cada tres meses. Cada célula de tu sistema óseo es reemplazada en ese proceso.
Entonces, surge la pregunta:
☑️ Si nuestro cuerpo se renueva constantemente, ¿por qué persisten ciertas enfermedades o dolencias a lo largo del tiempo?
☑️ Si mis huesos se regeneran, ¿por qué sigo teniendo el mismo problema durante años?
La respuesta está en la información que le damos a nuestro cuerpo. Así como todo en el universo es energía, nuestros pensamientos también lo son. En nuestro cerebro, estos se manifiestan como conexiones eléctricas que moldean nuestra realidad. Si creo firmemente que tengo un problema óseo, mi cuerpo responderá a esa creencia, perpetuándola.
Nuestro cuerpo no hace nada sin una instrucción previa. La información que le damos le da forma a nuestra realidad física. Todo lo material procede de lo inmaterial. Lo sutil precede a lo denso. Toda creación fue, primero, una idea. Los pensamientos inconscientes, resentimientos no sanados, juicios, miedos, enojos, envidias, soberbia… todo ello altera la armonía natural del cuerpo. El cuerpo está diseñado para funcionar en equilibrio. Es nuestra mente, mal utilizada, la que lo desajusta y lo aleja de su orden natural.
Rafa Navarro