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En un mundo que romantiza la paciencia y glorifica el “aguantar por amor” como si fuera una virtud sagrada, el psicólogo Walter Riso aparece como un balde de agua fría… y de lucidez. Su mensaje es simple pero incómodo: a veces, lo más sano —lo más valiente— es alejarse. Sin explicaciones, sin discursos, sin culpa. Porque hay vínculos que no sanan, solo desgastan. Y elegirte no es egoísmo, es supervivencia emocional.

Riso no viene a endulzarte la realidad, viene a desmontar el mito de que el amor todo lo puede. Tolërar a quien te manipula, desvaloriza o te hace sentir pequeño es una forma encubierta de autøtraición. Y sí, aunque duela, hay afectos que contaminan, que se sostienen por costumbre o por miedo al vacío. Pero seguir ahí es apagarte poco a poco.

Lo más subversivo de su planteamiento es que no se limita a las relaciones románticas. Incluye ese amigo de toda la vida que cada vez que hablas te deja emocionalmente drenado. Ese familiar “difícil” al que siempre se le justifica por ser sangre. Ese colega que celebra tus caídas disfrazando su envidia de bromas. “Hay personas que se sienten incómodas con tu luz y lo disfrazan de humor o de preocupación”, advierte Riso con precisión quirúrgica. Detectarlos no es crueldad, es instinto de autopreservación.

Y cuando el desgaste emocional se vuelve rutina, el psicólogo plantea una idea tan disruptiva como liberadora: no todo vínculo está hecho para durar. Algunos solo vienen a mostrarte lo que ya no necesitas. No se trata de odiar, sino de dejar de resistir. A veces, amar también es cerrar la puerta.

Porque hay despedidas que no hacen ruido, pero salvan la vida. Se celebran en silencio, en la calma que llega cuando dejas de forzar lo que ya no fluye. Son esos adioses que no llevan escándalo ni revancha, pero sí una promesa firme: no vuelvo a traicionarme por nadie.

Rafa Navarro