Se necesita un tipo especial de dolor para despertarte del sueño.
Y a veces, ese dolor tiene forma de infidelidad.
No, no te pasa porque seas tonto.
No porque no valgas.
No porque no supiste amar.
Te pasa porque entregaste algo real…
a alguien que solo sabía jugar.
Y tú ahí, creyendo en el compromiso, mientras el otro/a ya tenía un plan de escape, un amante de repuesto, un discurso preparado.
Tú hablando de futuro, y la otra persona mirando excusas en el retrovisor.
El problema no fue que te traicionaran.
El verdadero problema fue que tú seguías creyendo que eso se podía salvar.
Que bastaba con hablar.
Con perdonar.
Con tener paciencia.
Con entender su «herida emocional».
Con comerte su mierda, en silencio, por amor.
No te engañes: cuando alguien te es infiel no quiere sanar nada contigo.
Solo quiere que no armes ruido mientras huye con su ego intacto.
Y lo peor es que tú te quedas.
Te tragas la rabia.
Te vuelves comprensivo.
Te conviertes en terapeuta de quien te apuñaló.
Yo lo se….
Porque estuve ahí. Donde tu estas ahora mismo.
Porque también lo permití.
Y también me culpé.
Y también le dije “te entiendo” cuando lo único que quería era gritarle “vete a la mierda”.
Pero un día, algo cambia.
Y no, no es que sanes.
Es que te cansas.
Te cansas de salvar a quien no se quiere salvar.
Te cansas de sostener algo que solo tú sostenías.
Te cansas de traicionarte a ti para no quedarte solo.
Y entonces aparece una fuerza nueva.
Silenciosa.
Imparable.
La fuerza de elegirte.
De recoger tus pedazos sin esperar que el otro venga a ayudarte.
De mirarte al espejo y decirte: “Nunca más.”
Ahí empieza tu historia.
La de verdad.
La que no necesitas compartir con nadie, ni justificar ante nadie.
Porque esta vez no estás amando a otro.
Esta vez estás volviendo a ti.
Y si estás leyendo esto con un nudo en la garganta,
si sientes que te estoy hablando a ti,
es porque ya lo sabías todo.
Solo necesitabas que alguien te lo dijera así: sin filtros, sin frases bonitas, sin esconder la rabia.
Yo no soy tu salvador.
No vengo a darte fórmulas.
Lo que te ofrezco es un espacio donde vomitar la verdad sin miedo.
Un lugar donde dejar de ser “el fuerte”, “el maduro”, “el comprensivo”.
Y empezar a ser el que ya no se traiciona por amor.
Si necesitas hablar, aquí estoy.
No cuando estés listo.
Sino cuando te hartes de mentirte.
“Sanar no es un mantra bonito ni un taller para pasar el rato: es cirugía sin anestesia sobre tus viejas excusas. Aprende a traducir el lenguaje de tu alma.
Si mientras leías sentiste que te estaban desnudando, ya sabes cuál es tu próximo movimiento. No esperes a que alguien te lleve de la mano.”
Esto no es terapia.
Esto es tu liberación.