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¿Por qué te levantas cada día? ¿Qué esperas cuando superas el deseo de quedarte en cama para ir a trabajar, o sobrepasas tus miedos al hacer algo nuevo e intimidante, como enfrentar un desafío? En todos estos casos existe una motivación detrás de nuestras decisiones, como si algo nos estuviera empujando hacia una finalidad. En otras palabras, en nuestras vidas existen objetivos y propósitos. Muchos de ellos son muy específicos, como llevar a cabo una tarea escolar o realizar una responsabilidad familiar, mientras otros nos parecen mucho más significativos, como casarnos, tener hijos o cumplir nuestros sueños más profundos.

Ahora bien, ante esta situación surgen algunas preguntas fundamentales: ¿existe un propósito central en nuestra vida? ¿Está presente algo parecido a una finalidad o destino inherente a cada uno de nosotros, sin el cual nuestra misma existencia carecería de sentido, o estaría incompleta? Muchos grandes artistas, poetas, filósofos y maestros espirituales han hablado acerca de este difícil concepto. Para muchas personas religiosas un propósito así solo podría ser cumplido a través de Dios: solo cumpliendo con el plan diseñado por él para nosotros podríamos gozar de una vida plena. Para otros el sentido último de la vida está relacionado más bien con el amor, o con nuestra posibilidad de producir un cambio en el mundo y dejar una marca positiva en él.Yo quiero sugerir otra posibilidad: el propósito fundamental de cada uno de nosotros se hallaría simplemente en vivir con plenitud, autenticidad y libertad en cada momento. Desde este punto de vista el propósito de la vida no sería algo colocado en el futuro.

No se trataría de un placer, un anhelo o una aspiración alejada de nosotros, sino más bien un estado de contento interior, paz y salud en el mismo presente. ¿Has llegado a experimentar algo supremamente valioso cuando miras a los ojos de una persona amada y te envuelves en sus brazos? ¿Has sentido una profunda felicidad cuando escuchas tu canción favorita en un concierto? Si es así, entonces te darás cuenta de cómo puedes hallar sentido en el mismo hecho de disfrutar algo por sí mismo, en el ahora y no en el mañana.Los niños pequeños saben de esto muy bien. ¿Has visto cómo gozan de sus juegos sin preocuparles nada más? Muchos adultos han olvidado esto. Cuando llegan a jugar solo buscan ganar, y se frustran terriblemente cuando pierden. Y, sin embargo, el juego parece extraviar su esencia cuando el propósito es ganar o perder, en lugar de concentrarse en pasarla bien mientras dura. Si el valor de un momento estuviera en su final, entonces los mejores conciertos musicales serían los más rápidos. Y, no obstante, no es así.

Algo se disfruta en la medida en que está ocurriendo, así como lo más importante de un viaje es el proceso mismo de viajar, y no llegar a un destino final. Es muy importante recordar estas enseñanzas al comenzar una práctica de meditación. Muchas veces queremos sentarnos a meditar para sentirnos mejor, eliminar nuestra ansiedad o, incluso tener experiencias espirituales profundas. Todas estas expectativas nos producen tensión, y, eventualmente, estorban el ejercicio meditativo. La meditación consiste en mantenernos en un estado constante de presencia con respecto a nuestros pensamientos, sensaciones y emociones. Así, dejamos a la respiración ocurrir, o a las cosquillas aparecer, sin intentar frenar nuestras vivencias o esforzarnos por cambiarlas. En otras palabras, esta disciplina no nos pide hacer nada en particular, y por ese motivo puede resultarnos extraña. Después de todo, para muchas personas el propósito de la vida es trabajar mucho para satisfacer un deseo, y consideran a la meditación como una pérdida de tiempo. Para ellas el sentido de su existencia en esta tierra aparece cuando consiguen un gran éxito en su profesión, obteniendo fama, poder, dinero o prestigio. Podemos ver reflejada esta temática en una película como «Soul», la obra animada realizada por Disney.

Ella nos narra la vida de un músico de jazz fracasado que obtiene una gran oportunidad profesional antes de morir de forma inesperada. Al fallecer llega a un mundo espiritual en donde todas las almas descubren un propósito vital para sí mismas: por ejemplo, ser científicas, deportistas, artistas o empresarias. Y, sin embargo, a lo largo del film nos podremos dar cuenta de cómo el verdadero fin de la vida reside en la vida misma: en sentir una caricia del viento o un rayo del sol. Vivir en el presente no significa ser improductivo, o estar recostado todo el día oliendo las flores.

También puede significar sentirse totalmente vivo y pleno al escribir una novela, salir en una cita romántica o charlar en una junta de negocios. Implica gozar de lo que se hace en cada momento, y hacerlo con una energía liberadora, ayudándote a conseguir todos tus otros propósitos, objetivos y sueños…

Recuerda esto: el propósito de la vida es vivir en el presente, pues ello te ayudará a conseguir tus objetivos del mañana.”