Nuestra historia ha sido un viaje de tres años de idas y vueltas, de risas y lágrimas, de momentos inolvidables y pruebas que parecían demasiado grandes. Pero si hay algo que ha quedado claro, es que, pese a todo, seguimos aquí, juntos, eligiéndonos cada día.
Hay sitios que nos regaló instantes mágicos, recuerdos que aún guardo con cariño. También nos dejó cicatrices, pero con el tiempo hemos aprendido a sanar, a entendernos y a encontrar una manera de seguir adelante sin que el pasado nos pese demasiado.
Nuestro destino soñado sigue siendo el mar. Allí veo una nueva vida pero queda muy lejos, un espacio solo para nosotros, lejos de lo que nos hizo daño y cerca de todo lo que queremos construir. Porque lo importante no es dónde estemos, sino que estemos juntos.
El amor… ese maravilloso, complicado, y a veces, ridículamente aterrador sentimiento. Todo el mundo dice que hay que expresarlo, que hay que decir «te amo», porque es un momento inolvidable, mágico, casi de película.
Pero, ¿qué pasa cuando te das cuenta de que decirlo es más difícil que encontrar señal en un ascensor? O peor… ¿y si lo dices y la otra persona responde con un «gracias», un «yo también te quiero», o peor aún… ¡un silencio incómodo seguido de un cambio de tema a «qué lindo está el clima»!
Entonces ahí estás, tratando de encontrar el momento perfecto. Que si en una cena romántica, que si caminando bajo la luna, que si después de un beso apasionado… Pero, ¿y si lo dices mientras los dos están en pijama, comiendo pizza y viendo una serie que ninguno presta atención? Tal vez el amor verdadero es ese: aceptar que el otro mastica fuerte, que tiene pelos en el entrecejo, que ronca, pone lavadoras adictamente etc y aún así quererle por lo que vale y por lo que representa para ti.
Y no hablemos de la presión de hacerlo bien. Que si miras a los ojos, que si pones la voz adecuada, que si suenas demasiado dramático o demasiado casual. ¿Cómo se supone que uno diga «te amo» sin parecer que está dando un discurso o confesando un crimen?
Pero al final, lo importante no es cómo lo dices, sino que lo sientas. Porque si esperaras el momento perfecto… bueno, quizás pasen tres años mas y la otra persona termine diciéndotelo primero. Y ahí, con la boca llena de patatas, solo te queda decir: «Ah… eh… sí, yo también.»
Te amo, con cada recuerdo, con cada reto, desafío, con cada sueño por cumplir. Y sé que, pase lo que pase, mientras nos tengamos, y sepamos estar, sentir, vivir, todo valdrá la pena. Aunque saber estar y rendirse a la conexión es el gran desafío. Léelo de nuevo.
Rafa
Pd: Cuando te conocí y hablamos por primera vez estaba sonando esta canción…